Desde el punto de vista ortográfico, hay que distinguir dos tipos de latinismos: los latinismos crudos y los latinismos adaptados. Los latinismos crudos son palabras tomadas ocasionalmente del latín usadas con fines estilísticos. Al tratarse de voces poco frecuentes, se consideran préstamos ocasionales y se escriben, por lo tanto, en cursiva y sin ningún tipo de adaptación ortográfica; ello implica que no deben acentuarse, dado que el latín no empleaba tildes ortográficas. Se trata de palabras como frigidarium («piscina de agua fría en las termas»), o tabulae («mapas regionales»). Asimismo, se tratan del mismo modo las locuciones latinas, como ad infinitum («hasta el infinito») o de facto («de hecho»), que se escriben en cursiva y sin acento. Frente a ello, muchos latinismos se emplean de forma frecuente y han pasado a formar parte del caudal léxico de nuestra lengua. Estos latinismos han sufrido cierto proceso de adaptación. En primer lugar, a veces toman una terminación propia del español. Por ejemplo, junto a la forma currículum, usada sobre todo en el ámbito laboral, encontramos la forma adaptada currículo, empleada en el ámbito educativo, que es también la forma que recomienda la Academia para el currículum vitae.
En segundo lugar, desde el punto de vista ortográfico, los latinismos frecuentes se acentúan siguiendo las reglas generales de acentuación: accésit, desiderátum, imprimátur, ibídem, ídem, memorándum, referéndum, súmmum, vademécum.
La mayoría de ellos tiende a formar un plural regular, a pesar de que presentan en este sentido ciertas variaciones. Así, algunos son invariables en cuanto al número: campus, corpus, exequátur. Más infrecuentemente, se encuentran plurales en -s, como en el caso de déficits o réquiems, o bien plurales latinos, como ocurre en desiderata. Finalmente, en muchos casos se forma el plural a partir de una forma españolizada, que es la opción preferida siempre que sea posible: referendo, referendos; memorando, memorandos.